ENSAYO
¿Qué y quienes de la teología Juanica y
de la teología del apocalipsis son principios orientadores, articulantes al
paradigma de una humanidad dignificante en América Latina?
“el hombre se hace verdadero hombre cuando se
coloca cara a cara con Dios”, así he querido iniciar este ensayo sobre el
paradigma de humanidad en América Latina.
Pero
antes de responder a la anterior pregunta formulada quiero de antemano, a mi
parecer, expresar lo que entiendo por “humanidad dignificante”.
Humanidad
dignificante comprende todos los valores agregados de dicha humanidad, a saber,
el amor, el respeto, la justicia, lo bueno, etc., la humanidad en si misma se
supone es dignificada por Dios, quien fue el creador, porque Él todo lo hizo
BUENO (Gn 1,1ss).
Solo tres valores ubicados
respectivamente en tres principios orientadores: un principio soteriológico,
escatológico y ético.
1. Principio
Soteriológico: como valor máximo en este principio es “la vida”. Promover en
nuestros pueblos latinos la vida en Cristo Jesús es promover la Dignidad de la
vida. Es decir, no se puede “vivir la vida” en todo su esplendor fuera de
Jesús. Justamente Juan asocia la vida como la salvación y quien crea en él ya
está salvo, y salvación se traduce en vida: “yo
soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque muera, vivirá” (Jn
11,25).
La fe en Cristo debe impulsar no solo la búsqueda de los
bienes celestiales (Col 3,2) sino en la promoción de la cultura de la vida,
vida digna, llevada con humildad, austeridad y siempre al servicio de los más
necesitados. La humanidad se dignifica cuando se tiene por valor máximo la
vida, don de Dios. Las leyes de nuestros pueblos latinos deben ir siempre en la
línea de la protección y defensa de la vida humana en todas sus fases. Jesús
indica que solo en Él tendrán vida eterna.
2. Principio
escatológico: el valor máximo en este principio es “la esperanza”. La sociedad
latinoamericana muchas veces herida por la desigualdad, la violencia, la extrema
pobreza y explotación/esclavitud necesita siempre una esperanza de justicia, de
amor y de Paz donde los poderosos dejando su hambre de conquista se fijan mas
en las “mejores condiciones de vida” edificando así una sociedad más humana y
justa. En latinoamerica se abre más la brecha entre ricos y pobres, por tanto
urge crear lazos de unión, de bien común, de justicia común, donde sea
escuchado el grito del desesperanzado. Que los gobernantes velen siempre por el
bienestar de los pueblos asegurándoles las necesidades básicas para una vida
digna y que las gentes cumplan su deber y reconozcan sus derechos, propios y de
los demás.
3. Principio
Ético: donde el valor máximo es “el amor”. Haciendo eco a las palabras de Jesús
que nos invita hablar un mismo lenguaje, el amor. Pero no ese amor placentero y
hedonista que solo busca el placer corporal y la satisfacción personal sino
expresado como sacrificio y servicio así como Jesús nos amó a nosotros: “quien no ama no ha conocido a Dios, porque
Dios es amor.” 1Jn 4,7ss. Y para el horizonte de una humanidad dignificante
no se puede excluir en nada el amor. El amor dignifica y lleva a los altos
estándares la humanidad, porque Jesús mismo dignificó a sus siervos por amor: “ya no os llamo siervos, porque el siervo no
sabe lo que hace su señor; pero os llamo amigos, porque os he dado a conocer
todo lo que he oído de mi Padre” Jn 15,15. Quien ama es porque ha recibido
a Dios en su corazón y es capaz de abandonarse, humillarse, hacerse esclavo
como lo hizo nuestro Señor, abandona sus intereses egoístas, es capaz de salir
de sí mismo y de sus seguridades y se lanza a la hermosa aventura de dar sin
medida: “hay mayor felicidad en dar que
en recibir” (Hechos 20,35)
En conclusión, se debe proclamar en toda
Latinoamérica a Jesucristo muerto y resucitado a todas las naciones haciéndolos
discípulos de Jesús (Mt 28,20) para que a partir del anuncio kerigmático se
sienta las bases para la construcción de una sociedad más humana y justa, en
otras palabras, el Reino de los Cielos, un reino de justicia, de Amor y de paz.
No se puede disociar la fe y las obras: y si
creemos en un Dios justo, entonces hay que practicar la justicia, si creemos en
un Dios misericordioso, entonces hay que ejercer misericordia o como dijo bien
la Conferencia Episcopal de Latinoamérica (CELAM) en el documento de Santo
Domingo en su mensaje no. 8: Vana sería
nuestra esperanza si no fuera actuante y eficaz. Falaz sería el mensaje de
Jesucristo si permitiera una disociación entre el creer y el actuar. Exhortamos
a quienes sufren a abrir sus corazones al mensaje de Jesús, que tiene el poder
de dar un sentido nuevo a sus vidas y dolores. La fe, unida a la esperanza y a
la caridad en el ejercicio de la actividad apostólica tiene que traducirse en
«tierra espaciosa y fértil» para quienes hoy sufren en Latinoamérica y el
Caribe.
por: David Rodero Núñez
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